Algunos lo llaman destino; otros, vocación. Para el Dr. James Gibney, la odontología nunca fue una profesión. Fue un sueño. un sueño que ha tenido desde los 16 años de edad, forjado por coraje, curiosidad, y la silenciosa influencia de un hombre quien se convertiría en su más importante mentor: el Dr. Hilt Tatum.
El Dr. Gibney no es solo un dentista. Es un escultor de segundas oportunidades, un artesano de la función y la belleza y, sobre todo, un creyente en el poder de la restauración, en la tecnología como herramienta para el bien, y en rendir tributo a quienes lo precedieron.
Una Deuda de Gratitud
Para entender la misión del Dr. Gibney, debemos entender primero al hombre que iluminó el camino. El Dr. Hilt Tatum, a menudo considerado por sus colegas como el padre de la implantología moderna, no solo colocaba implantes: definía lo que era posible. Sus manos realizaban milagros. Su mente creaba sistemas. ¿Y su corazón? Siempre preparado para enseñar a las próximas generaciones.
Cuando el Dr. Tatum inauguró en la Universidad de Jacksonville el programa de dos años de residencia en implantología, no estaba solo creando un plan de estudios: estaba creando un movimiento. Diagnósticos. Planificación de tratamientos. Tecnología de laboratorios. Precisión. Propósito. Éstas no eran simples lecciones; eran filosofías.
El Dr. Gibney las absorbió todas.
“El objetivo del dentista de restauración moderno”, enseñó el Dr. Tatum, “es aceptar al paciente en cualquier estado de enfermedad o atrofia dental y —si lo permite la salud— restaurar contornos, comodidad, función y estética”.
Esto no era teoría. Era una promesa.
Y el Dr. Gibney hizo de ésta el trabajo de su vida.
Una Práctica con Propósito
Ubicado en Spring Hill, Florida, Estados Unidos, el consultorio dental del Dr. Gibney no es un consultorio típico. Es un lugar donde las personas entran sin dientes y salen con esperanza.
Lo llama “24-Hour Teeth” (“dientes en 24 horas”) — una filosofía de tratamiento que patentó e hizo realidad. Usando avanzados protocolos de restauración, la mayoría de sus pacientes se van con dentaduras completas y funcionales apenas a un día de entrar al consultorio. ¡Sin mencionar una bella sonrisa!
No son suposiciones. Son soluciones fijas que restauran confianza y calidad de vida. Y casi el 97% de estos casos son prótesis clásicas FP1, no híbridas; porque para el Dr. Gibney los atajos no son una opción.
Una Tecnología que Escucha al Dentista
Hace más de una década, el Dr. Gibney tuvo un presagio: la odontología estaba cambiando. Los laboratorios estaban frenando su producción. Los márgenes se hacían cada vez más ajustados. Los pacientes esperaban más, y más rápido.
Así que recurrió a la tecnología.
Con curiosidad y precaución, consultó con los héroes silenciosos de la odontología —los técnicos de laboratorio— y preguntó: “Si pudieran elegir una fresadora dental, ¿cuál sería?”
La respuesta fue unánime: la DGSHAPE DWX de Roland DGA... El caballo de batalla.
El Dr. Gibney es un auténtico usuario veterano, habiendo empezado allá por el año 2012 al comprar su primera fresadora DGSHAPE, ¡la DWX-50! En la actualidad, el Dr. Gibney trabaja con tres sistemas DWX, incluyendo la DWX-42W, los cuales permiten la producción de coronas en un mismo día con precisión quirúrgica. Su laboratorio se encuentra en su mismo consultorio. Sus entregas son instantáneas. Sus estándares no han cambiado.
“Si uno se gana la vida haciendo coronas”, dice, “no puede permitirse el lujo de no contar con un fresado en el consultorio. El mercado está cambiando. Las prótesis fijas están ganando. Y de pronto es menos caro darle a alguien una dentadura completa que una parcial. Se tiene que elegir la ruta correcta”.
Para el Dr. Gibney, esa ruta era clara.
Preservando un Legado.
Cuarenta años de carrera, miles de sonrisas restauradas, docenas de dentistas asesorados, y aun así, el Dr. Gibney todavía se guía por una cosa: una deuda de gratitud.
Con el Dr. Hilt Tatum, quien le enseñó cómo se ve la excelencia. Con la profesión que le dio un propósito. y con los pacientes quienes le confían una segunda oportunidad.
Él no se siente especial. Pero la verdad es... que sí lo es.
Él pertenece a la última generación de odontólogos que al graduarse de la universidad establecieron su propio consultorio y que ejercen su profesión de manera autónoma. Es todo un pionero en innovación restaurativa. Un enlace entre la tradición y el futuro.
Y, sobre todo, es un estudiante agradecido que retribuye con una corona, un implante, una sonrisa a la vez.
